Esteban siempre tuvo una vida cómoda, jamás le faltó de nada, hasta que su familia le dio la espalda y la suerte cambió de bando.
Jorge Solís nunca fue un buen policía, aun así no le costó ascender, y con él ascendieron sus tácticas de sobresueldo.
Humberta quiso dejarse atrás a sí misma, huir de su propio ser. En el afán se convirtió en Dulce.
Santi no tuvo una infancia fácil. En el ejército encontró su vocación. No tardó en entender sus posibilidades al servicio del crimen organizado.
Cuatro historias independientes se entremezclan para urdir una novela negra, muy negra. Un relato de ritmo súbito, sin intermediarios. Y en el que iremos recogiendo las decisiones temerosas de cada personaje mientras se enfrenta a su verdad y a las mentiras de los demás.
Un niño de papá con problemas de adicción. Un intendente de policía infame y corrupto. Una puta con un botín extraviado, mucha codicia y un pasado asfixiante. Y un exmilitar que trabaja para la mafia. Los cuatro serán satélites de los mismos miedos: un cerebro malhechor. Un hampón canalla. Un mercader de arte. Y toda la capacidad inhumana del criminal más peligroso del país.
Un texto sin respiro, ni tiempo de reacción. Cada capítulo rompe límites e integra casualidades, conecta personas y ánimo de lucro ligando una trama coral que nos hará preguntarnos si: ¿es el infierno, diferente del mundo en que vivimos?
Estamos ante un narrador que nos transmite perfectamente los diálogos, la música, la gestualidad, las miserias y simplezas de un mundo situado al otro lado de la ley, pero que está aquí, junto al nuestro.
Paco Camarassa
Cuando Jordi describe a un personaje, yo le pongo rostro en mi vida.
Víctor del Árbol
Ledesma tiene oído para los diálogos, domina los registros, y sobre todo sabe que la verosimilitud es la madre de la novela negra.
Sebastià Bennasar