A finales del mes de julio, en Gran Canaria, al borde de las vacaciones y con el calor acechando cuerpos y mentes, el único objetivo del abogado protagonista de esta novela, con tanta habilidad para sacar adelante sus casos como pocos escrúpulos para complacer a sus clientes, es poder disfrutar de unos días de tranquilidad junto a su marido y su hija.
Pero ni la isla ni su trabajo le darán tregua. La isla, porque algunos de los cadáveres que con frecuencia recibe en sus costas tienen que ver —más de lo que parece— con su pasado, su familia y esos tejemanejes de los que más se avergüenza. Y su trabajo, porque un caso que implica a sus amistades más íntimas, y que ni siquiera quería aceptar, terminará por envolverlo en una historia de violencia, traición, corrupción y ambición que lo va sacando, poco a poco, de la seguridad que había encontrado al otro lado de la línea…
… Una línea que no es más que un muro de adjetivos, esos que no aparecen por ningún lado en esta novela que C. J. Nieto ha pergeñado con el pulso de los maestros del género y que nos fascinará por su pericia en el estilo, su pulso al narrar y, también, por su control del tempo y la tensión en la narración, su ironía y, sí, su conciencia.
Porque los adjetivos pesan, y esta novela, sin aditivos, nos hace evidente, en su ausencia, cómo su carga lastra las vidas de los que viven evitando asomarse al otro lado de ese muro que separan a los blancos de los negros, a los corruptos de los puros, a los legales de los ilegales, a los violentos de los pacíficos… Pero ¿qué hacer cuando ese muro se ha derrumbado?